Los optimistas envejecen mejor

Por Laura Tardón (El Mundo)
Fecha: 21/01/2014

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Nadie diría que Rosario está a punto de cumplir 98 años (el próximo 29 de enero). Quizás por su voz, por lo bien que su físico responde al paso del tiempo, por su conversación y el entusiasmo que se desprende de cada una de sus palabras. Está acostumbrada a que la gente le eche menos edad y la verdad es que, aunque lleva como bandera sus 98 años -y de hecho está deseando cumplir los 100-, se siente mucho más joven.

Una juventud que no sólo exhibe su ánimo, también su salud porque, tal y como asegura, sólo se toma una pastilla al día (para la tensión) y su analítica es de libro. ¿Dónde está el truco? Según una investigación publicada en la revista Canadian Medical Association Journal, quienes disfrutan de la vida se mantienen en mejor forma física que sus coetáneos. Ya estudios previos asociaban la felicidad con mayor supervivencia y menor riesgo de enfermedades (como el infarto), «pero ninguno analizaba el declive funcional del día a día», señalan los autores, del University College London (Reino Unido).

Después de evaluar durante ocho años a 3.200 personas con edades superiores a los 60 años, explica el principal investigador, Andrew Steptoe, «observamos que los que eran más felices y disfrutaban más de la vida mostraban menor deterioro físico.Tenían menos probabilidades de experimentar dificultades a la hora de desarrollar actividades diarias tales como vestirse». Es el caso de Rosario, que también se baña sola y hace la comida sin ayuda; en verano, incluso nada. «Lo único que sí me falta ahora es fuerza. Me tengo que duchar y vestir más despacio, pero lo hago yo sola».

Al hacerle a Rosario algunas de las preguntas que los investigadores británicos plantearon a los participantes del estudio, el resultado es que también ella podría haber formado parte del grupo de los más optimistas y quizás por esa cualidad siga cumpliendo años con tanta salud y energía vital. Disfruta de lo que hace, se divierte en compañía de sus familiares y amigos, se levanta cada día con ganas de hacer cosas y rememora su vida con sensación de felicidad. ¿Cómo lo consigue? «No es que no me ocurran cosas, pero intento verlas por el lado positivo. Así sufres menos y tampoco haces sufrir a los demás. Trato de ser feliz y de que haya felicidad a mi alrededor. La felicidad aislada crea vacío».

Como exponen los investigadores londinense, quienes más disfrutaban de la vida en su estudio tenían un perfil común: estaban casados, trabajaban, tenían más nivel educativo y mejor estatus socioeconómico. A Rosario, que estuvo junto a su marido 56 años -ahora es viuda-, le encanta leer y lo primero que devora cada mañana junto al desayuno es el periódico. Ya de niña, recuerda, «me escondía en el baño para leer a escondidas». Por aquel entonces, agrega, «que una mujer leyera parecía una pérdida de tiempo. Era mejor que aprendiera a bordar».

Los bajos niveles de satisfacción con la vida eran más frecuentes en personas con enfermedad coronaria, diabetes, artritis, episodios de depresión… En el caso de Rosario, la verdad es que «siempre he tenido una salud muy buena y eso ayuda a ser feliz, aunque la misma enfermedad en una persona optimista y otra pesimista puede parecer distinta».

Según relata el artículo, «el sedentarismo, fumar y el consumo de alcohol también estaban asociados a una menor capacidad para ver el lado positivo de las cosas». La gente que no disfrutaba tanto de la vida, afirma Steptoe, «tenía un riesgo tres veces mayor que sus contrincantes optimistas de desarrollar problemas para realizar actividades de su vida diaria».

Además de la entrevista personal, los autores también analizaron el deterioro físico diario y midieron la velocidad de sus pasos para valorar su funcionalidad física. «La velocidad de la marcha está considerada como uno de los primeros marcadores del deterioro y la fragilidad funcional», remarcan los investigadores.

En definitiva, «nuestros resultados ofrecen más pruebas de lo relevante que es saber disfrutar de la vida para mantener en el futuro la movilidad necesaria para realizar tareas cotidianas y mantener el nivel de independencia máximo«. Sin embargo, cabe subrayar que se trata de «un estudio observacional, no extrae una relación causa-efecto». Aunque hemos valorado las variables más comunes, no estudiamos todas. Por ejemplo, no tuvimos en cuenta las comorbilidades (presencia de varias enfermedades) ni tampoco incluimos el deterioro cognitivo como variable».

No obstante, no es el primer trabajo que apunta las ventajas del optimismo en la vida y en la salud. Muestra de ello: Rosario, que siempre consigue ser feliz y sentirse satisfecha con lo que tiene. «Es una forma de ser. Me conformo y me adapto a todas las situaciones para no promover enfrentamientos […] Hay personas que nacen en contra de la vida y así nunca se puede ser feliz». Rosario es consciente de su suerte y da gracias cada día por la familia y la salud que tiene.

Le quedan sólo ocho días para cumplir los 98 y, como cada cumpleaños, «me hace mucha ilusión estrenar algo, ir a la peluquería, ponerme guapa y comer rodeada de familiares y amigos… Me encantaría cumplir los 100».

 

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